El Restaurante LEO fue el ganador del Premio Dicken Castro Duque en la 28 Bienal Colombiana de Arquitectura y Urbanismo. Esta destacada obra surgió bajo el liderazgo de la Chef Leonor Espinosa y su hija Laura Hernández a partir de la búsqueda por generar un concepto gastronómico claro y dividido en dos experiencias diferentes pero, integrados en un mismo edificio.

Situado en el pintoresco sector de Chapinero Alto, en la ciudad de Bogotá, el restaurante encuentra su hogar en dos antiguos almacenes que conservan su esencia original. La estrategia principal del proyecto consistió en derribar los muros interiores para unificar ambos espacios, preservando al mismo tiempo sus muros perimetrales. Esta ambiciosa iniciativa se completó en 2021, siendo la última de un total de siete propuestas diseñadas a lo largo de cuatro años.

La edificación original, ocupada por dos almacenes abandonados, presentaba una silueta definida por sus muros perimetrales de mampostería, los cuales no podían ser modificados debido a las normativas locales. El primer almacén, de dos pisos y forma rectangular, y el segundo almacén, con una cubierta inclinada a 25 grados en dirección perpendicular a la calle, se convirtieron en los dos ambientes principales del restaurante: el Restaurante Leo en el primer piso y La Sala de Laura en el segundo nivel. Ambos espacios están coronados por un jardín suspendido sobre un volumen de vidrio, que actúa como conector y transición visual entre el restaurante, el bar y la calle. Una fachada de vidrio traslúcido permite la conexión con el entorno exterior. El jardín en la azotea encapsula los viajes culinarios y antropológicos de Leo a través de la diversidad geográfica de Colombia, proporcionando un contexto natural que realza la experiencia gastronómica durante la degustación del menú.

El diseño del Restaurante Leo se enfoca en resaltar la autenticidad de los materiales, dejándolos a la vista y creando una armonía híbrida entre las diferentes texturas y colores, dispuestos de forma alternada según el uso de los espacios. La carpintería metálica, con su tono negro neutral, resalta los muebles revestidos de telas sintéticas y las superficies de madera cuidadosamente seleccionadas, ya sean mesas o sillas. Los pasamanos están elaborados con varillas de hierro corrugado para brindar una sensación rústica que contrasta con los suelos de concreto pulido en las áreas de circulación. En la fachada exterior, se ha utilizado ladrillo para conformar un zócalo o basamento que representa el material tradicional distintivo de la ciudad, a la vez que contribuye a mantener la continuidad del perfil urbano de la manzana. La altura del edificio se integra con las construcciones vecinas y se realza mediante una iluminación indirecta. Las puertas, inmersas en el zócalo de ladrillo, se identifican únicamente por los bordes de la carpintería metálica.

El proyecto se compone de dos elementos que abordan estrategias de iluminación diferentes pero complementarias: los espacios de desplazamiento y los espacios de permanencia. En los espacios de desplazamiento, como las circulaciones, se ha optado por la iluminación natural. Gracias a aberturas cenitales provenientes del jardín suspendido y la fachada acristalada, los usuarios disfrutan de una iluminación diáfana a lo largo de sus recorridos internos. Por otro lado, en los espacios de permanencia, que incluyen comedores y bares, se ha enfatizado el uso de iluminación artificial ámbar para homogeneizar la visual de los espacios y resaltar las texturas de los muebles.

 

Autor: Refugio Arquitectura (Julián David Molina Rico)

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