La ambición rompió el saco: el desplome del edificio Portal de Blas de Lezo en Cartagena

El reciente caso del desplome del edificio Portal de Blas de Lezo es la más viva muestra del afán desmedido de riqueza afianzado sobre vicios, carencias gubernamentales, corrupción y pésimas prácticas profesionales que, había demorado en explotar, y desafortunadamente lo hace con el saldo trágico de una veintena de muertos y otro tanto de heridos.

En este duro trance, además de las víctimas directas del siniestro, la mayor afectada es la Alcaldía Mayor de Cartagena con su enmarañada cauda burocrática de las Alcaldías de las Localidades, Control Urbano y la Secretaría de Planeación Distrital. Por una sencilla razón: son ellos los que tienen la responsabilidad de que las edificaciones que se levanten se ajusten a las normas del POT y a la calidad requerida. En la realidad poco, o nada, de ello se cumple por la inmensa corrupción que afecta esos procesos. Los constructores inescrupulosos actúan sin miedo pues saben que impunemente pueden adelantar sus obras violando los requisitos de ley sin ser sancionados o sus obras clandestinas demolidas. El asunto es sencillo, todo se arregla con dinero. Dentro de los gastos de construcción se incluye una suma destinada a pagar las “picúas” de los funcionarios que tienen a cargo del control. Descaradamente pasan por las construcciones dizque a inspeccionar en busca de la coima que silencia sin pudor cualquier anomalía. No importa cuán flagrante sea: varios pisos de más; ausencia, o insuficiencia, de parqueaderos; carencia de retiros; licencias falsas; planos que no correspondan a la obra realmente en construcción.
Los mercaderes de la construcción fraudulenta “saben cómo es la vuelta”. En su afán de lucro, además de falsificar vallas y licencias de construcción, omiten hacer estudios de suelo y contratar profesionales idóneos; copian proyectos arquitectónicos; “aceitan” a los vecinos para que mientan en caso de inspeccionamiento, y conocen los caminos para que las empresas de servicio se los instalen sin llenar los requisitos para ello. Poderoso caballero es Don Dinero.
Los funcionarios de las Curadurías Urbanos no son los responsables del desmadre, aunque alguna responsabilidad puedan tener, cuando son laxos en la aplicación de la normativa o señalan los vacíos que ella puede tener para que se cuelen propuestas dudosas. Los Curadores, aplicando la ley, son artífices de un procedimiento que, bien intencionado, hace mucho daño y es base de las construcciones violatorias. Me refiero a los RECONOCIMIENTOS, mecanismo mediante el cual se legalizan obras realizadas sin el lleno de los trámites exigidos después de pasados cinco años de haberlas hecho y no estar cuestionadas por las autoridades de control. Esa es la puerta trasera cómo se formaliza lo torcido una vez terminada la obra y es necesario venderla y proceder ante notarías y oficina de registro de instrumentos públicos. En estos organismos se escuchan cuentos nada santos en los que las falsas licencias, los testimonios de vecinos avalando la antigüedad y otras tramoyas abundan.

Como cereza del postre figura el origen de los dineros invertidos en las obras. La mayoría de ellas se hacen con recursos propios de los constructores sin recurrir a préstamos bancarios. Cuál es su proveniencia…no se sabe. Preguntar por ello, no es recomendable.

Lo expuesto aquí recoge comentarios de colegas que han sufrido en carne propia las malas prácticas. Son fruto de observaciones desprevenidas en los barrios, cuando inexplicablemente desaparece una casita y emerge un enorme edificio que, a todas luces, no puede estar cumpliendo con las normas urbanísticas. De ver cómo no pasa nada…hasta cuando pasó. La ambición rompió el saco. Hoy lloramos veinte muertos y nos razgamos las vestiduras; se buscan culpables y señalan responsables. Ojalá éste escrito sirva para encontrar el camino correcto a seguir para garantizar construcciones seguras para sus habitantes y una ciudad menos proclive a la clandistinidad y la corrupción. No se molesten en pedirme prueba de lo que he dicho. No las tengo. Vayan a visitar los restos de Portales de Blas de Lezo, explíquenme lo sucedido y díganme que estoy equivocado.

Arq. GERMÁN FONSECA CASTILLO

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Autoridades prometen parar obras ilegales en Cartagena
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Derrumbe del «edificio invisible»
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