Ciudades por la Paz en Colombia

Con algunas excepciones, notoriamente el ataque al Palacio de Justicia en noviembre de 1985, el conflicto armado en Colombia, se desarrolló predominantemente en el campo y las comunidades campesinas.

Esto ha obligado a miles de personas a desplazarse a las grandes ciudades de Colombia, ciudades como Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla son grandes receptores de desplazados así como las capitales departamentales. El escenario de la Paz y la reconciliación será en estas mismas áreas urbanas.

La Paz no solo hay que hacerla en la Habana. También hay que hacerla en nuestras ciudades. Hay que apaciguar la agresividad de los vendedores ambulantes. Con ellos es necesario un acuerdo que les permita trabajar y darles seguridad social, sin que ocupen el espacio público que nos pertenece a todos.

Hay que aceptar la protesta pacífica. Pero debe haber un acuerdo entre los que protestan y la sociedad. Los bienes públicos, que tanto nos han costado a todos, deben ser respetados y cuidados. Los actos violentos no pueden ser tolerados. Los políticos oportunistas que inflaman los ánimos, e incitan a la violencia, deben ser denunciados como enemigos de la Paz.

Hace más de 40 años las FARC decidieron el camino armado para protestar y cambiar las condiciones del país que ellos consideraban injustas y opresivas. Cada vez que quemamos o apedreamos una unidad de Transmilenio estamos escogiendo el camino armado por encima de la protesta pacífica. Que nos sirva de ejemplo la lucha inútil de los grupos subversivos. Que no repitamos tanto dolor y tanta destrucción que se le ha causado a los colombianos.

Los taxistas que atacan violentamente a la competencia y a los pasajeros deben ser castigados ejemplarmente y denunciados por sus propios compañeros. La justicia debe actuar pronta y de manera oportuna y sentar sentencias justas y ejemplarizantes.

Los ataques con ácido deben parar. Estos ataques son actos terroristas contra población desarmada e indefensa. Si queremos la Paz estas manifestaciones salvajes no pueden ser toleradas. Los castigos deben ser un ejemplo de urbanidad y autoridad.

La venta ilegal de lotes, la expedición de licencias falsas y la venta de drogas y licor a menores es una ofensa permanente a los ciudadanos indefensos y a la Paz. Estas actividades generan conductas delictivas y conflicto entre mafias, consumidores, la autoridad y la sociedad en general. Estas prácticas deben ser controladas y suprimidas si queremos ciudades donde reine un ambiente de respeto, tolerancia donde nos podamos reconciliar los colombianos.

No hay nada más agresivo y que incite a la violencia que el tráfico de nuestras principales ciudades. Todos los días transportadores, motociclistas, bicicletas, peatones salen a sobrevivir en la selva que se han convertido nuestras ciudades. En esta guerra urbana hay lesiones físicas y psicológicas. Los adultos no se respetan, los más vulnerables son agredidos y los niños ven a sus padres saliéndose de las casillas y yéndose a los golpes para resolver diferencias más triviales e inútiles.

Hubo un tiempo en Colombia en que la gente no viajaba por carretera, iba al campo y visitaba la finca por temor a los retenes y al secuestro de la guerrilla. Hoy es imposible salir con plata y un celular. Es peligroso ir a ciertos sitios de la ciudad y a ciertas horas los ciudadanos de bien se encierran en sus casas. Los habitantes y turistas que viven y visitan el Cairo, Estambul, Londres,

Nueva York y Belgrado disfrutan la ciudad 24 horas sin temor a ser asaltados, atemorizados o asesinados. Todas estas ciudades tienen zonas de tolerancia. Pero nadie sale predispuesto a defenderse y a atacar si es atacado.

Las actuaciones de la dirigencia y las autoridades deben ser legítimas, efectivas, responsables y transparentes. No más obras incompletas y hechas a medias. La famosa peatonalización de la carrera séptima es una zona de mendicidad, que huele a orines y es todo menos human. Es un proyecto que le falta al respeto a los ciudadanos; a las personas que transitan, viven y trabajan en la zona. Una ciudad segregada seguirá siendo violenta y agresiva. Areas como el Bronx en Bogotá deben desaparecer y sus habitantes rehabilitados.

La Paz debe ser un acuerdo que firmemos todos. Todos debemos firmar un compromiso por la Paz. La única guerra debe ser contra la corrupción, la inequidad, la pobreza y la segregación. Hay que apaciguar el espíritu. Transformar nuestras ciudades como lo ha hecho Medellín. Nuestras ciudades deben transformarse y se generan espacios de convivencia y calidad de vida; ciudades atractivas, competitivas, sostenibles, diversas y tolerantes. Si no transformamos nuestras ciudades no tendremos un escenario para la reconciliación y la Paz; nuestro ánimo seguirá siendo pesimista, agresivo y violento. El próximo conflicto armado será urbano y esta vez no habrá a donde desplazarse.

Autor: Gabriel Nagy